Yoga en la Vida

La bolsita que perdí

3:22 am - Contracciones, vagina dilatada, espasmos, dolor. Poniendo en práctica todo lo aprendido de parto natural casero.  El único "pero" es que no estaba pariendo un hijo, sino la bolsa que debería haber traído un bebé que no llegó a formarse.

Esperé por casi un mes su desprendimiento natural.

Me dijo el doctor que sería como una menstruación pero claramente él no ha menstruado ni parido nunca.

Ahí figuraba yo en cuatro patas, y no es que me hubiera dado por hacer yoga, si no que me arrastraba por el suelo de las contracciones buscando aliviar el dolor para aflojar el vientre y las caderas.

Retorcijones, dolor, mucho, contracciones seguidas me traían una extraña alegría de que las tres semanas de espera para que sucediera el aborto natural estaba pasando. 

Mientras tanto me agarraba del borde del comedor, reptaba por el piso, caminaba a pata pela en el patio, pujaba en cuclillas, buscaba conexión con las estrellas pero mi lado místico estaba dormido de dolor.

Sabía que la fiesta all inclusive que tenían las hormonas en mi cuerpo de 44 años empezaba a entrar en otra dimensión. Tenía claro también que “parir” no sería el acto final de este proceso.

Añoraba que las hormonas y la pena se pusieran en mute por un momento. Pero al mismo tiempo me daba melancolía dejar esas sensaciones que me llevaron a vivir la alegría de estar embarazada de nuevo.

Pena de ya no tener una familia más grande, de que mi hija no tendría un hermanite y que con Nico ya no estaríamos como locos haciendo malabares para sortear la intensidad de los pequeños.

Cuando me dijeron que la guaguita no se había desarrollado por un lado pensé “zafé” no seguirá cambiando mi cuerpo que ya lo sentía bien revuelto, pero después del análisis racional, caí en la pena de lo que no fue y del gran amor que sentí por ese ser que no alcancé a conocer.

Sentía pena por el amor que ese niño no iba a recibir, pena por mi hija que no iba a vivir la experiencia de tener un hermano, pena por todo el color y alegría que le ponemos tratando de ser buenos papás y por todo el disfrute y amor que ha sido la experiencia de tenerla en nuestras vida.

Pena porque descubrí que amo ser mamá aunque pensaba que no quería serlo. Pena por los niños abandonados que trabajan y no disfrutan su infancia, pena por tantas cosas y al mismo tiempo pena por mi.

Sentía que la pena no me soltaría pero tenía la esperanza y convicción a la vez de que los llantos silenciosos y pensamientos oscuros irían desapareciendo.

Que mi cuerpo volvería a ser mío y que ahí, después de una vuelta larga, volvería a saber quién era yo detrás de toda esa tristeza.

Tendría que reconocerme otra vez, habitarme nuevamente, cuántas veces ya lo he tenido que hacer.

La diferencia es que hoy sé  que soy una Diosa mamífera afortunada y a la vez una Humana transitando las experiencias mundanas.

Frustración / Empoderamiento / Super poderes/ Sabiduría / Melancolía/ Yoga/ Pena de nuevo y ganas de compartir esto contigo.

Podemos estar en las mismas, aunque con experiencias distintas, no pensemos que estamos solas, solos, nos tenemos y aquí está este espacio abierto para leernos.

Foto de Volkan Olmez en Unsplash

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